lunes, abril 02, 2007

Capítulo 8

El silencio invadió la sala, nadie quería dar el primer paso ya fuera por miedo o vergüenza. Todo el mundo con la cabeza agachada, como en el colegio cuando el profesor pregunta y no sabes la respuesta. Parece que si te agachas mucho, no te va a ver. Qué ilusos somos....

- A ver, ¿nadie se decide?, venga muchachos que no pasa nada. Por ejemplo tú, el chico nuevo, ¿no tienes ninguna duda?.

Tierra trágame, pensé yo. Me tenía que tocar a mí. Ahora todo el mundo se reirá. Sin embargo, y de modo espontáneo una pregunta me vino a la mente:

- ¿Qué le aconsejaría usted a un árbitro que entra por primera vez en un terreno de juego a ejercer su trabajo?
- Primero, no me llames de usted, que no soy tan viejo por favor, y segundo el único consejo que le daría sería éste: debes señalar aquellas infracciones o situaciones que tu aprecies sin dudarlo ni un instante y sobre todo sin hacer caso a nadie; ni jugadores ni entrenadores ni por supuesto público. Ellos siempre intentarán sacar provecho de tu endeblez anímica y si notan algún resquicio por el que puedan llegar hasta ti, no dudes en que lo harán.
- ¿Por qué todo el mundo quiere engañarnos? – añadí yo.
- Verás, es totalmente normal que quieran engañarnos, si eso supone un beneficio para ellos. Cada uno mira por sus intereses y los nuestros son precisamente equilibrar esos mismos intereses en beneficio del deporte.
- Las críticas son normales, de acuerdo, pero ¿por qué tienen que “putearnos” de esa forma? ¡Y que quede ahí la cosa que algunos quieran de vez en cuando darnos una caricia!
- Luis Miguel, (al fin me enteré del nombre de mi cachondo compañero), eso es difícil de explicar y más aún de comprender. Las razones pueden ser varias; algunas veces son para intentar intimidarte y que arbitres a su favor, otras son para liberar estrés acumulado en el trabajo, en casa o con los amigos. No hay nada más fácil ( y cobarde) que hacerlo con una figura que no tiene defensor posible y además hacerlo escondido entre las masas. Esto es muy usual y será algo a lo que, por desgracia, tendréis que habituaros. La última razón que se me ocurre es la de la costumbre; por ejemplo si tu eres un niño y ves que tu padre insulta al árbitro, es lógico y normal que sigas sus pasos, si tus amigos se meten con los árbitros no sería de extrañar que tarde o temprano hiciérais lo mismo. Por eso llamo a esta razón la de la costumbre.

- Pues lo malo es que estos payasos se acostumbren a darnos hostias. Esa si que sería una mala costumbre.- me comentó Luis Miguel

Está última respuesta de Antonio, me hizo ver que yo tenía muchas similitudes con él. Los dos pensábamos igual sobre lo fácil que es seguir las modas por muy repulsivas que sean y también lo hacíamos igual sobre la teoría de “las masas cobardes”. Esa muchedumbre que es incapaz de individualizarse, es algo que nunca podré aprobar. Me da asco solo pensar en lo poco hombre que hay que ser para comportarse así.